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En un país en el que el 78 por ciento de la población es profundamente católico, el 66,4 por ciento del padrón votó a favor de cambiar la Octava Enmienda, que equipara los derechos del nonato con los de la gestante.

Desde Londres

El 26 de mayo de 2018 pasará a la historia de la República de Irlanda, país arraigadamente católico (78 por ciento de la población). Una aplastante mayoría votó por el “Sí” en el referendo a favor de legalizar el derecho de las mujeres a decidir sobre continuar o no con su embarazo. Los medios oficiales irlandeses anunciaron que 66,4 por ciento se decidió por que se enmendara la legislación antiabortista actual, en contraste con un 33,6 por ciento que se opuso.

El referendo puso sobre el tablero la terrible injusticia que obligaba hasta hoy a las mujeres con un embarazo no deseado a tener que viajar generalmente al Reino Unido para poder abortar. Se estima que desde 1980 casi 200.000 mujeres realizaron esta travesía.

La llamada Octava Enmienda de la Constitución, que daba igual derecho a la vida de la mujer que a la del feto, será reemplazada por una nueva legislación, que otorga doce semanas para interrumpir un embarazo. Más allá de este período, se contemplan situaciones individuales que deberán ser decididas por dos profesionales de la salud.

Un emblema de los cambios sociales y culturales de la República de Irlanda, el primer ministro Leo Varadkar, abiertamente gay, afirmó ante la multitud que se congregó en el Castillo de Dublín que “éste es el inicio de una silenciosa revolución que demuestra que el pueblo de Irlanda respeta y confía en las decisiones que las mujeres toman... No más estigma, ni secreto, ni vergüenza”.

El clima era de celebración, pero también de gran emotividad. Abundaban los abrazos, las lágrimas y las declaraciones de solidaridad y simpatía por las mujeres que hasta hoy sufrieron tanto por la supresión de su derecho a elegir.

Muy temprano quedó clara la tendencia del voto. A media tarde los grupos antiaborto reconocieron su derrota, que consideran una tragedia. En un tono de beligerante desafío, uno de sus voceros, John McGuirk, declaró que seguirán con su campaña cuando se abran clínicas que practiquen abortos en Irlanda.

Mientras tanto, Micheal Martin, líder del principal partido de oposición, Fianna Fail, declaró que, aunque tuvo sus dudas sobre el tema, cree que el pueblo tomó la decisión correcta al desear que las irlandesas puedan ser atendidas en territorio nacional.

Hasta el momento el aborto sólo se permitía cuando la vida de la mujer estaba en riesgo, pero no en casos de violación, incesto o anormalidades que fueran fatales para el feto. Incluso esta excepción que autorizaba el aborto, solo ocurrió a raíz de un trágico caso, la muerte de Savita Halappanavar, una dentitsa de origen indio de 31 años, en 2012. Halappanavar no fue atendida durante un aborto espontáneo porque los médicos querían preservar la vida del feto, hecho que llevó a la muerte por septicemia de la madre.

El sí al aborto no es un hecho aislado: va de la mano de un gran cambio cultural en la República. Hace tres años se legalizó el matrimonio gay. El año pasado, Leo Varadkar se convirtió en el cuarto primer ministro del planeta abiertamente gay, para sorpresa del mundo y de los mismos irlandeses.

La asistencia a las urnas fue masiva: más del 64 por ciento del padrón. Este porcentaje toma mayor relieve cuando se toma en cuenta que muchos irlandeses con derecho a voto viven en el extranjero. Como la legislación irlandesa no permite votar en embajadas, irlandeses residentes en el resto del mundo viajaron desde todas partes –también desde Argentina– para ejercer su derecho en un tema que levanta pasiones desde hace décadas en la sociedad.

El referendo es un hito en el largo camino recorrido por la República de Irlanda desde que se hizo miembro de la Unión Europea, en 1973. El bloque europeo fue fundamental en la transformación de una sociedad marcadamente rural en una moderna y vibrante nación. Pero también ha sido clave el desencanto con la Iglesia Católica. A los escándalos relacionados con el abuso de menores dentro de la Iglesia se suma la memoria de las madres solteras irlandesas, supuestamente protegidas en hogares regidos por religiosas, donde eran tratadas sin ninguna compasión, y mucho peor, muchas de ellas engañadas.

Las historias de los bebés arrebatados y entregados en adopción ilegal a “padres decentes” para librarlos de una “madre pecadora” han sido un factor en este referendo. A las madres las engañaban con la cruel mentira de que sus bebés habían muerto durante el parto, tema que fue llevado al cine, basado en una historia real, en la película Filomena, con Dame Judy Dench. Obviamente, con esta cultura de trasfondo, muchas mujeres murieron durante el embarazo por falta de nutrición y cuidados médicos.

Es inevitable encontrar paralelos con la desaparición de bebés en Argentina y con el actual debate en torno del derecho al aborto. La directora del colectivo feminista Filia UK, la abogada Julian Norman, explicó a PáginaI12 la posición de su organización. “Filia UK celebra el resultado del referendo porque nuestras hermanas irlandesas han logrado la derogación de la Octava Enmienda. Esta enmienda fue innecesariamente cruel e irracional para las mujeres que, deseando terminar su embarazo, también enfrentaban situaciones de dolorosas pérdidas, como saber que la vida del feto no era viable. Las mujeres no deben ser tratadas nunca más en el Reino Unido y en Irlanda como ‘contenedores subordinados a su estado de embarazo’. Demandamos que Irlanda del Norte, parte del Reino Unido, también reaccione”, dijo Norman.

Este es uno de los impactos más críticos que el referendo de la República de Irlanda va a tener en el Reino Unido. En la actualidad Irlanda del Norte, a pesar de ser parte del Reino Unido, tiene una legislación mucho más restrictiva que el resto del Reino, donde la ley del aborto fue aprobada en 1967. ¿Tendrán que viajar ahora las británicas norirlandesas a la República de Irlanda para abortar?