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México '86 pudo haberse realizado en otra parte del mundo. Ocho años antes, el por entonces presidente de la FIFA, Joao Havelange, había designado la organización a un país sudamericano. En el medio de la polémica de Qatar 2022, el recuerdo de un Mundial inviable
El 2 de diciembre de 2010 Joseph Blatter abrió el sobre. La leyenda superior presentaba el contenido. En un inglés universal, titulaba "2022 FIFA World Cup". "Qatar" era la sede ganadora de la Copa del Mundo a disputarse doce años después. Consumido Rusia 2018 y activada la cuenta regresiva al próximo Mundial, Qatar 2022 se tiñe de polémicas y cuestionamientos.

Una reciente investigación británica denunció sabotajes a las otras candidaturas, campañas de difamación, propagandas falsas, operaciones secretas y oscuras, y una tormenta de fake news para fraguar y desprestigiar las postulaciones rivales. En 2011, Mohamed bin Hammam, ex presidente catarí de la Confederación Asiática de Fútbol y acusado de coordinar la "compra de votos", fue suspendió como directivo de por vida por el Comité de Ética de la FIFA.

El Comité Supremo de Organización y Legado de Qatar 2022 expresó su repudio y plantó su posición. Recordó que ya fueron requisados y absueltos: "Hemos sido minuciosamente investigados y hemos sido abiertos con toda la información relacionada a nuestra postulación, incluyendo con la investigación oficial encabezada por el fiscal de EE.UU., Michael García".

La incertidumbre, entonces, no es nueva: las sospechas nacieron desde su designación como sede de la competición. Qatar 2022 padece, además de estas réplicas globales, objeciones desde distintos órdenes. Obligará a cambiar el calendario por cuestiones climáticas (se disputará del 21 de noviembre al 18 de diciembre), deberá habilitar las expresiones multiculturales en un evento cosmopolita y tolerar las voluntades de los sponsors dentro de una naturaleza regida por lineamientos religiosos contrarios a los occidentales.

Es complejo imaginar un escenario de deserción. Qatar planeó un desembolso millonario para la materialización de su propuesta. El estadio Lusail, donde se jugaría la final, es la meca de un proyecto faraónico: 45 millones de dólares de inversión para edificar una ciudad futurista desde cero que hospedará además del estadio, 19 distritos y cuatro islas cubiertas por nubes artificiales.

En esta coyuntura, Qatar podría perder su plaza. Inglaterra y Estados Unidos ya se alistan como sedes alternativas. El caso sería histórico aunque no único. Hubo, una vez, un país que declinó ser sede de un Mundial que ya le había sido otorgado. Fue México 1986 y la épica de Diego Armando Maradona en el Estadio Azteca, pero pudo haber sido Colombia 1986.

La idea la sembró Alfonso Senior, uno de los dirigentes más célebres del fútbol colombiano, fundador y presidente del club Millonarios y recordado promotor de la llegada de los futbolistas argentinos Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera y Néstor Rossi. En mayo de 1974 se celebró una asamblea de la FIFA en donde el directivo persuadió a otras autoridades de que Colombia podría albergar alguna vez una Copa del Mundo.

El lobby se hizo efectivo en el Mundial de Argentina 1978. La propuesta convenció a las federaciones y a la cúpula de la FIFA, liderada por el brasileño Joao Havelange. El anuncio se hizo público. La emoción alcanzó al pueblo y al presidente colombiano, Misael Pastrana. "Estoy altamente satisfecho. Creo que se cumple una vez más lo que tantas veces he manifestado y es que cuando el país se fija metas y se empeña, las logra. Quiero congratular a todos los que pusieron su dinámica acción para lograr este propósito. Y desde luego el reconocimiento del país al Comité, que en forma tan unánime lo señaló para un evento que incuestionablemente dentro de los eventos deportivos tiene una especial significación", celebró el mandatario.

"Todo el país estaba ilusionado, por fin venía algo muy bueno para un país que no estaba acostumbrado a imaginarse siendo parte de grandes cosas. Pero desde el principio, en el mismo Estado había opositores que decían que Colombia necesitaba inversiones más pertinentes", contó Estewil Quesada, escritor, periodista y analista deportivo.

La historia fue otra: el Mundial era imposible. Mientras todos los presidentes mantuvieron vivo el uso populista de la designación, la realidad se volvió impostergable. Colombia no tenía recursos, administración ni planificación para asumir la organización de tamaña cita mundialista. Y las promesas se demoraban. Se fundó la Corporación Colombia 86 para solventar las necesidades económicas sin la intervención del órgano estatal. Pero la idea de que el sector privado y la fusión de empresas financiara el Mundial lentamente se fue derrumbando. El Santo Domingo y el Gran Colombiano, los dos grupos empresarios encargados de la financiación del evento, poco avanzaron. Havelange los desacreditó y el Gobierno no tuvo reacción.

Ni siquiera había un estímulo futbolístico producido por la selección de fútbol: Colombia no se había clasificado para España '82 y los resultados deportivos no acompañaban las espasmódicas maniobras para generar recursos. Lo único que se hizo fue el diseño precario de una mascota que intentaba representar el café colombiano: tenía una cabeza de pelota pintada en blanco y negro.

En el álbum de figuritas de España 1982, la última página decía "los esperamos en el Mundial Colombia '86" con una publicidad del Banco de Colombia como garantía y en la final entre Italia y Alemania se distribuyeron souvenirs alusivos al país sudamericano. Pero el crédito de Havelange era limitado y tenía oposición: el alemán Hermann Neuberger, vicepresidente de FIFA, redactó una serie de requerimientos indispensables para ratificar a Colombia como sede del Mundial de 1986. La lista fue casi una sentencia.

Exigía doce estadios con capacidad mínima para 40 mil personas para albergar las zonas de grupos, cuatro con capacidad para 60 mil personas para los octavos de final (se construyó el Metropolitano de Barranquilla) y dos para 80 mil personas para hospedar las semifinales y la final (estadios que ni siquiera hoy -más de tres décadas después- no hay en Colombia), decretaba la imposición del 15% como máximo en concepto de impuestos sobre el valor de cada entrada y limitaba las comisiones para las agencias a menos del 10%. Ordenaba, a su vez, el congelamiento de tarifas hoteleras desde el primer día hábil del año, la emisión de un decreto que legalizara la libre circulación de divisas internacionales en el país, la creación de una red ferroviaria que conectara todas las sedes, infraestructura para el desplazamiento eficiente de los hinchas, la habilitación de todos los aeropuertos para aterrizajes de aviones tipo jet y la categoría de "internacionales" y hasta la entrega una flota de limusinas para los directivos de la FIFA.

El 10 de noviembre de 1982 era el último día que tenía Colombia para informar si estaba dispuesto o no a organizar el Mundial de 1986. No fue necesario estirar la agonía. El 25 de octubre el entonces presidente Belisario Betancur hizo el anuncio inevitable: "En el país tenemos muchas cosas que hacer y no hay tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios". "El Mundial debía servir a Colombia, y no Colombia a la multinacional del Mundial", justificó.

"Colombia es un país enano al que no le quedan bien las cosas grandes. Y la empresa de realizar el Mundial es un compromiso grande. Yo quería para Colombia algo de ese porte, y Colombia me falló", resumió Alfonso Senior, el creador del sueño, luego de que por primera y única vez en la historia un país declinara la oferta de organizar una Copa del Mundo.